Dos aniversarios

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Humberto Vacaflor Ganam

Nunca me ha gustado tocar temas por los aniversarios, pero esta vez son demasiados y tengo que sucumbir.

El Che Guevara, en 1967, un 8 de octubre, herido y con un fusil Garant M1, convertido en M2 por él mismo, que no funcionaba, por supuesto, gritó “no me maten, soy el Che”. Final triste para un héroe que había fusilado a cientos de cubanos en La Cabaña. Y había matado a un niño que lo desafió a que lo matara por la espalda, apuesta que el “guerrillero heroico” ganó porque le disparó en la nuca. Antes de llegar al Yuro, había conducido a su grupo guerrillero de derrota en derrota, con errores groseros de conducción, hasta que cayó en el agujero, el Yuro. Los 86 bolivianos que murieron enfrentando a este gobernador de la ínsula Barataria que había sido enviado por el humor de un duque caribeño, han sido traicionados. Un monumento al Che Guevara se levanta en El Alto. Todos esos bolivianos muertos por este “guerrillero”, y sus muertos, querrían que el monumento fuera demolido.

El 10 de octubre de 1982 los militares dejan el gobierno. Habían desconocido el triunfo electoral de la UDP en 1980 y decidieron, dos años después, admitir que no podían administrar el país. Se rindieron, como tienen la costumbre. Hernán Siles Zuazo, de la UDP, había sido elegido en 1980 y fue proclamado presidente, pero con el parlamento incluido, que estaba dominado por el MNR. No podían haberle puesto una presa más deliciosa a don Víctor Paz Estenssoro que su viejo rival de 1952. Lo trituró desde el parlamento. Le ayudaron los mineros de Comibol, que reclamaban aumentos salariales a pesar de que el costo de producción de cada libra de estaño era de 7 dólares pero el precio de venta era de 2 dólares. Por no parecer grosero, don Hernán no les decía a los mineros que el Estado perdía menos dinero cuando ellos hacían huelga que cuando trabajaban. Y les dejaba hacer la huelga.

Tal fue la presión del parlamento y de los sindicatos, que don Hernán tuvo que rendirse y renunció a un año de gobierno para llamar a elecciones, en 1985. Don Víctor ganó e hizo un discurso en que, por supuesto, no mencionó a don Hernán, lo ignoró rotúndamente, pero a cambio pronunció aquella frase inolvidable, que resuena desde entonces muchas veces: “Compatriotas, Bolivia se nos muere”. A veces pienso que el diagnóstico era optimista o era un caso de desahucio, por lo menos para los mineros que perdieron sus trabajos en masa pero recibieron indemnizaciones “extralegales!” de inmediato y marcharon hacia la “tierra prometida”, la cuna del narcotráfico, donde comieron el fruto prohibido.

Siglo21bolivia.com

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