Guerra no declarada

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Humberto Vacaflor Ganam

La voladura de un segmento de la carretera La Paz-Oruro vino a confirmar lo que todos los bolivianos saben, excepto las Fuerzas Armadas: hay una guerra en curso en el país.

Un ejército enemigo que comenzó destruyendo 200 metros del gasoducto que pasa por Chapare y luego emboscó a una patrulla de Umopar en esa zona, atacó a policías y soldados del ejército en Yapacaní, se atrevió a acosar al regimiento Ingavi en El Alto y ahora destruye la principal carretera del altiplano, es un ejército que no está jugando.

Tiene este ejército una tropa de acción callejera, compuesta por deficientes mentales, que atacaron la semana pasada a enfermeras y médicos dedicados a luchar contra el virus chino. No son los satinadores, son los taraditos alquilados.

En ningún otro país del mundo se ha agredido a las enfermeras y médicos que luchan por defender la salud de la gente. O sea que Bolivia ya tiene dos marcas mundiales gracias al prófugo: es el país menos preparado para enfrentar al virus (lo dice Oxford Economics) y es el país donde se agrede a las enfermeras, se las quiere lapidar lanzándoles piedras.

Es probable que los peronistas le hayan aconsejado al prófugo que use la consigna que ellos usaron para el retorno de Perón desde 1955 hasta 1973: “luche y vuelve”. El problema es que cuando el Pocho volvió, su avión no había aterrizado y los peronistas ya estaban incendiando Argentina. Y no han parado.

En Ezeiza se mataron entre ellos, lo cual no parecía muy mala idea. Pero luego comenzaron a matar a otra gente. El Pocho había traído el infierno.

Aquí, en Bolivia, los seguidores del prófugo están lanzados a la guerra, con la ventaja de que las Fuerzas Armadas están mirando para otro lado. El prófugo ha dicho que él habla por teléfono con los comandantes. Ellos no lo desmintieron, pero el silencio que guardan es muy revelador.

Un ministro que parecía el que iba a dirigir la lucha contra el ejército invasor ha preferido pasar a la reserva inactiva. Era un “satinador” de Sanandita, una especie de Rambo, pero algo le pasó que enmudeció.

Pero las Fuerzas Armadas podrían decir algo. Recuerdo que en 1967, a las pocas horas de la emboscada de la guerrilla del Che en Ñancahuaso, el comandante Humberto Roca de Camiri se había convertido en el  jefe de las operaciones de todo el ejército contra ese grupo irregular, que fue aniquilado en siete meses. En esa época, las guerrillas no estaban permitidas, pero algo ha cambiado ahora.

Este ejército enemigo esta destruyendo la infraestructura del país, como hacen los ejércitos invasores, pero en ese caso los países invadidos tienen alguien que los defienda, lo que no ocurre ahora en Bolivia.

Un ministro cree que esta guerra será epistolar. No se ha enterado que el prófugo no sabe leer y menos escribir. A un enemigo que te manda bombas, no se le responde con una carta. Eso ha quedado claro.

Siglo21bolivia.com

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