Las colonias del Chapare

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Que Argentina se  haya convertido, según las Naciones Unidas, en el cuarto exportador sudamericano de cocaína sin tener en su territorio una sola planta de coca, es mérito del Chapare.

Y se podría decir lo mismo de Venezuela, que compite, si no está asociada con Colombia, en el control del negocio de la droga en el Caribe. Otro mérito del Chapare y también de las FARC.

Lo que no se veía claro, hasta ahora, cundo retornó el cocalero Morales después de haber sido derrocado por los pititas y jubilado por su partido, es que también Bolivia es una colonia del Chapare.

El gobernador de la zona, o su emperador, se da el lujo de mandar lo que deben hacer los jueces de la república de Bolivia, castigar a los oficiales de las Fuerzas Armadas de Bolivia, a la policía boliviana y al gobierno del llamado Estado plurinacional.

Es que, como se sabe, los imperios tienden a usar el poder económico que tienen para expandir sus dominios hasta las últimas fronteras, comenzando por los territorios aledaños.

Los paceños que se llevaron la sede de gobierno desde Sucre tras la estafa del “federalismo”, no pudieron concretar el predominio económico de la coca de Yungas, que era el poder detrás del trono, y optaron por figurar en la  historia como los que impusieron el predominio de la economía del estaño, como figura en los textos ingenuos.

Pero ahora, justamente cuando la ministra de culturas, Sabina Orellana, proclama que los masistas, comenzando por las Bartolinas, “no tolerarán más al imperio romano ni a cualquier otro imperio”, es que dentro del territorio boliviano se consolida un imperio con colonias próximas y lejanas.

Se trata de un poder económico que juega en las ligas mayores de todo el mundo, incluso superando las marcas de don Simón Patiño. Este poder económico con sede en Chapare es socio con pleno derecho de una poderosa transnacional, cuyos lazos alcanzan incluso objetivos políticos y llegan a dominar sistemas electorales y hacer fraudes en tres continentes.

El propietario del Chapare trata al presidente de Bolivia como a su empleado. Le da órdenes y maneja a varios de sus ministros, comenzando por el de Gobierno, convertido en el vocero de las seis federaciones de cocaleros  en el gabinete de ministros del presidente Luis Arce.

Ahora ha ordenado a los jueces de su colonia más próxima iniciar procesos a líderes políticos, además de militares y policías, para imponer su versión de los  hechos de 2019, cuando él huyó despavorido. “Fue un golpe de Estado y no escapé por puro cobarde”, es la consigna. Y en eso anda el nuevo imperio regional.

Siglo21bolivia.com

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