Humberto Vacaflor Ganam
La gente normal ha descubierto, gracias a este virus chino, que no es necesario salir de la casa. La escuela llega a la casa, el colegio, la universidad y el trabajo, todo llega a la casa. Incluso el supermercado.
Lo que hacer surgir la pregunta de si son necesarios los gobiernos. ¿Los Estados han pasado de moda? ¿Los ha derrotado un diminuto virus?
Muchas cosas hay que aprender de esta dolorosa lección.
Primera lección: ahora los políticos saben que eso de “tomar el poder” tiene sus riesgos. A veces el poder es medio complicado. Esperemos que eso ahuyente a algunos políticos, aunque nos hubiera gustado que los ahuyentara antes.
No todo es contar dinero, firmar contratos, con o sin sobreprecios, construir palacios o fábricas que ni sirven: a veces hay que vérselas con unos virus que no se los puede ver, pero que tienen la costumbre de matar.
Dice la historia que la peste negra llegó en 1348 a Europa, que obligaba a estar encerrados durante 38 días, de donde viene el nombre de Cuarentena. Está para investigar, pero ocurre que mientras los romanos les obligaban a los europeos a bañarse nunca hubo pestes: aparecieron después de que ellos se habían ido. Segunda lección: hay que lavarse las manos.
Los políticos son los que deben aprender cosas, incluso algunas cosas que podrían hacerles cambiar de oficio.
Vladimir Putín, por ejemplo, podría quedarse en el gobierno hasta 2036, pero está dudando de poder sobrevivir a este 2020. Ha violado la constitución, que ya venía violada, aunque nunca por los zares.
Le ha ido peor que al cocalero Morales, quien decía que se quedaría “para siempre” o que su modelo duraría 500 años, pero salió escapando con la primera salva de cohetillos. No necesitó ningún virus, solo una dosis de su propia cobardía. Ha dejado 486 años pendientes que, como van las cosas, nadie los completará.
“Mister eleven” (Xi Jimping) sabe que puede quedarse cuanto quiera, como un emperador, aunque en nombre del partido comunista. Pero sabe que ocultar muertos, miles de muertos, es muy complicado, incluso si tuviera la ayuda de nuestro “licenciado en matemáticas”. En 1989 murieron 10.000 en la plaza Tienanmen pero el partido comunista sólo admitió 200. Ahora dice que con el coronavirus en toda China murieron 2.500, pero ocurre que en un solo cementerio de la ciudad de Wuhan fueron enterrados 2.400. ¿A los restantes los habrán puesto de costado?
No solo con Tinenanmen, o con los muertos de ahora, han mentido los chinos. También lo hicieron con la tasa de crecimiento de su economía, que el PC decidió que sería de 14% durante algunos años, aunque después todo quedó en duda. El ministerio de economía no podía contradecir lo que había decidido el comité central del PC.
En cuestión de mentir con las estadísticas, los chinos les ganan incluso a los peronistas, de la línea K, en Argentina. Y eso es una hazaña.
Pero todo el mundo está entrando en nuestras cosas. O por lo menos estamos comprobando que no necesitamos salir.
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