Las herencias ocultas

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Humberto Vacaflor Ganam

Al revés de lo que ocurre en algunas novelas o películas, en que el personaje se sorprende porque alguien le dejó alguna herencia que no esperaba, en Bolivia se están descubriendo herencias dejadas por el MAS que son, en realidad, bombas de tiempo.

La alegría con que el cocalero inauguraba las líneas de teleféricos de La Paz era una dicha completa para los proveedores, unos austriacos que recibieron unos 1.100 millones de dólares, según se está descubriendo ahora.

Pero ocurre que todo el proyecto no era financiado por un crédito del gobierno austriaco ni por los proveedores, sino por el propio Tesoro General de la Nación. Lo que no se entiende es cómo este festín de teleféricos se mantuvo activo, con nuevas líneas que agotaron los colores del arcoíris, si los ingresos del país por las exportaciones de gas habían caído a menos de la mitad.

Y ocurre que ahora, la empresa que administra esta telaraña de negociados pierde cada año 120 millones de dólares. Una auditoría tendría que llegar a la conclusión de que hay que cerrar algunas líneas y las restantes tendrían que elevar el precio de los pasajes hasta Bs 19, según los cálculos de expertos en transporte urbano. Ese precio podría financiar las operaciones siempre y cuando se mantuviera el actual flujo de pasajeros, pero si bajara, como sería previsible que ocurriese, entonces tendríamos una empresa irremediablemente deficitaria.

Las facturas por impagas que dejó el MAS con las empresas constructoras suman Bs 700 millones. Algunas de esas empresas han cerrado operaciones y han empeorado el panorama de la crisis del sector de la construcción.

La Gestora, que gastó millones desde que fue creada, compró un inmueble semidestruído pero a precio de palacete.

Es cierto: falta un recuento completo, una auditoría total de las joyas que ha dejado la corrupción masista y que el nuevo gobierno tiene que enfrentar. Quizá las nuevas autoridades no tuvieron tiempo para hacer ese trabajo, ocupadas como estaban en administrar el caos dejado, pero se está demorando mucho en la entrega de este balance del desastre.

No hay que mencionar detalles de la crisis de YPFB, convertida en una empresa importadora de gasolina y diesel. Y con campos de gas vacíos.

El estandarte de la corrupción, la planta de Bulo Bulo, que el actual gobierno dice que no la puede trasladar a otro lugar porque los cocaleros se molestarían, pero que no puede entrar en operaciones porque pierde dinero. La empresa Gas Energy Latin America (GELA) dice que en dos años, la planta perdió 88 millones de dólares, lo que explica por qué el gobierno actual ha decidido mantenerla parada, porque cuando está parada pierde menos dinero que cuando funciona.

Comibol, un cadáver insepulto que, sin embargo, debe seguir pagando el ingenio Lucianita que costó 50 millones de dólares y que no sirve para nada.

La lista es muy larga. Las herencias malditas dejadas por el MAS son incontables.

Siglo21bolivia.com

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