Urea mezclada con droga

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Las autoridades nacionales no pueden creer que el anterior gobierno hubiera decidido instalar la planta de urea y amoniaco en Bulo Bulo y ahora no saben qué hacer con ella. Primero la definieron como “el peor proyecto” del masismo y luego como un capricho, pero eso no les ayuda a salir del dilema.

Las cifras son preocupantes. Se han invertido 1.000 millones de dólares, el más caro proyecto unitario de inversión en la historia de Bolivia, pero sin estudios de factibilidad e incluso en contra de recomendaciones de los expertos. Fue, de veras, un capricho.

En los dos primeros años de funcionamiento, ha perdido 43,3 millones de dólares, gracias a que sólo operó con 8% de su capacidad instalada. Si aumentara su ritmo, aumentarían las pérdidas.

Las primeras ideas para encontrar una solución coinciden con los extremos que habíamos propuesto en esta columna hace dos años: llevar la planta a un lugar más apropiado, salvo que se prefiera venderla como chatarra, una chatarra casi nueva.

Las autoridades calculan que llevarla, por ejemplo, a Puerto Suárez, junto a la frontera con Brasil, país que tiene el mayor mercado sudamericano para la urea, costaría 160 millones de dólares. Pero de esa manera, se podría argüir, se evitaría que la planta siga produciendo pérdidas para el país, pérdidas que podrían sumar una cifra parecida, pero cada año.

Y ahí es que surge el lado político del problema. Los cocaleros del Chapare, según dice Leonardo Loza, se opondrían al traslado de la planta. “Tendrían que pasar por encima de nuestros cadáveres”, dijo, al parecer, en tono serio.

Dice que la planta le da trabajo a los cocaleros, pero eso será siempre y cuando los equipos estén en movimiento. Por el momento están parados, porque el gobierno actual ha llegado a la inevitable conclusión de que el país pierde menos cuando la planta está parada que cuando funciona.

Los cocaleros, que tienen capacidad financiera para comprar grandes camiones, compraron una flotilla para ponerla al servicio del transporte de la urea, pero con la exigencia de tener el monopolio. Ahora, cuando se habla de llevar la planta a otro lado, han llegado a decir que ellos podrían cargar la urea y llevarla hasta la frontera ¡con una tarifa menor a la del ferrocarril! Les faltó poco para decir que la podrían llevar gratis.

Este extremo no es una exageración de periodista. Ocurre que llevar la urea en grandes camiones hasta la frontera con Brasil podría hacer que nazca la tentación de carga, como “valor agregado”, otras cositas del Chapare hasta ese lugar, tomando en cuenta que, casualmente, Brasil es también el país de mayor consumo de esas “otras cositas” en el hemisferio.

La opción de que los camiones de los cocaleros lleven la urea hasta la frontera es la única posible porque no se ha construido el tramo ferroviario Bulo Bulo-Montero, que figuraba en los primeros diseños del proyecto pero que se paralizó porque su construcción fue confiada a una empresa china que no hizo el trabajo a pesar de haber recibido el dinero del contrato que firmaron sus ejecutivos con la señorita Gabriela Zapata. Aquí, el drama adquiere su dosis de romance.

Lo malo es que la tragedia está intacta. ¿Qué hacer con la planta? Quizá la solución surja de la investigación que ha ordenado el gobierno para establecer si la urea fue usada como precursor para fabricar droga, algo que ayudaría, de paso, a entender el por qué de la decisión de instalarla en ese lugar.

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