Los cocaleros, iracundos y quizá drogados, increpan a los policías, los pegan, los hieren, y les reprochan por haber cruzado por el monte (donde están las fosas de maceración de la coca) en lugar de usar la senda autorizada para ellos.
El ejército boliviano ha decidido, de repente, ponerse firme en el control del contrabando de entrada, y ha llegado a incendiar camiones de contrabando; ahora le falta hacer lo mismo con el contrabando de salida, pero deberá tener mucho cuidado porque son combustibles y droga, ambos muy explosivos.